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El 13 de marzo de 2011 Francisco Soto inició su particular viaje por el infierno. Soto es subteniente del Ejército Mexicano y en 2011 vivía con su esposa y su hija en Saltillo, la capital del estado de Coahuila. Tenía 31 años. Los tres compartían un pequeño departamento en uno de los edificios de viviendas del cuartel militar de la ciudad. Era una vida sencilla, tranquila. Cuando Tanya Páramo, la esposa de Soto, recuerda los años antes del infierno, siempre dice lo mismo: “Vivía en una burbuja”.

Aquel día era domingo y Soto descansaba, pero su suerte cambió pronto. No eran todavía las nueve de la mañana cuando su teléfono empezó a sonar. Era su jefe, el comandante del batallón, para ordenarle que se presentara en el cuartel inmediatamente. Un asunto de trabajo. 

Soto, su esposa, Tanya, y la niña, Marifer, habían llegado a Saltillo en 2007. Eran tiempos  tranquilos todavía en la ciudad. La violencia que azotaría todo el noreste de México en los años siguientes apenas empezaba a aparecer. Algunas balaceras en Tamaulipas, Nuevo León, y las primeras noticias de ejecuciones y extorsiones. En 2008, el Gobierno de Felipe Calderón mandaría al noreste su primer gran operativo militar. Miles de soldados a combatir a los cárteles en la región. Pero incluso entonces, Saltillo permaneció tranquilo. 

Soto se vistió y salió rápido de casa, pensando que no tardaría en volver. Se encargaba de cuidar a los perros del cuartel, los que se usan para cateos y operativos antidroga. Esa mañana el comandante quería que fuera a revisar la pata de uno de los animales, una perra que llamaban La Infinita. 

La familia tenía pensado manejar a Monterrey para visitar un parque infantil. Soto le dijo a Tanya que se arreglaran y así cuando él volviera, podrían salir enseguida. Así que Tanya se vistió, levantó a Marifer y la preparó. Desayunaron. A mediodía ya hacía rato que estaban listas, esperando a Soto. Pero él no llegaba. Y no llegaba… No apareció en todo el domingo, ni el lunes, ni el martes. Y durante aquellos días su mundo, el mundo de Tanya, de Soto, de Marifer, se vino abajo. 

Soto nunca llegó a casa porque el Ejército lo arrestó nada más pisó el cuartel. Lo encerraron con otro grupo de soldados en el batallón y los interrogaron. También los torturaron. Los acusaban de colaborar con el cártel de Los Zetas. 

Ese fue el inicio del infierno para la familia Soto Páramo y es también el inicio de La Lista, la serie en podcast de Así como Suena y EL PAÍS. 

Soto y la mayoría de sus compañeros viven presos desde entonces. En 2017 fueron condenados por narcotráfico y en 2019 un juez anuló la sentencia. Después de nueve años están en calidad de acusados. Sus historias son una ventana extraordinaria a la guerra contra el narco de Felipe Calderón y a la relación del aparato de seguridad con la violencia extrema de la red criminal de Los Zetas. Su experiencia muestra un sistema judicial deshumanizado y un aparato de procuración de justicia tramposo y oportunista.

Pero sobre todo, la historia de Tanya, Soto y Marifer muestra a una familia destrozada por diez años de violencia. 

 
 
 

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