Dos días antes de la detención de Soto y los demás, otros militares detienen a unos zetas en Saltillo. Uno de los zetas tiene un documento, una lista de militares colaboradores. Soto es uno de ellos.
Pablo y Ricardo viajan a Saltillo para entender cómo empezó la historia. No es la llamada del coronel, sino un golpe de suerte para una patrulla del Ejército. Dos días antes de que el coronel pida a los soldados que suban a verlo al Batallón otro grupo de militares da con un personaje clave de Los Zetas en la ciudad. Pedro Toga Lara alias “El Guacho”, identificado como el segundo al mando del cártel en la zona. Durante su detención los militares dicen encontrar una bolsa de dinero y un folder con una nómina: una lista de autoridades corruptas a las que Los Zetas hacían pagos regularmente a cambio de su colaboración e información.
En esa lista están los nombres de Soto y los demás militares. Por eso son llamados al Batallón, arrestados y encerrados en el local de Fuerza de Reacción. Ahí son torturados por elementos de la Policía Judicial Militar, conocidos por algunos como los “hombres de negro”. Soto y otro de los militares detenidos, el teniente Sócrates López narran cómo fue la tortura, y cómo los judiciales militares los obligaron a confesar que conocían a El Guacho y a un soldado identificado como Tauro, el enlace entre Los Zetas y los militares corruptos.
Además de la golpiza, los ahogamientos simulados y las descargas eléctricas, los judiciales militares consiguen que los militares confiesen amenazándolos con entregar a sus familias al crimen organizado.
Los acusados son trasladados a la Ciudad de México. Los llevan a las oficinas de la Fiscalía de Delincuencia Organizada y las mujeres, al enterarse, comienzan a comprender la gravedad de lo que está pasando.